Garbel, arte de hoy en una taberna de ayer
Corría 1940 cuando el joven Belarmino García convertía una antigua bodega de Chueca en una de las tabernas con más éxito de la ciudad, cuyos bocadillos de calamares y tortilla provocaban colas de auténticos adeptos. Cuando en el año 2000 decidió dejarlo nadie predecía que, 16 años después, su nieta retomaría la actividad, respetando nombre y concepto, pero actualizando su estética y oferta al siglo XX. El Garbel de hoy día es una oda al street art, y una opción divertida, a base de raciones y bocadillos con cierta influencia internacional.
Un gran mural de graffiti de 5 metros de ancho, firmado por el artista Nicolás Villamizar, invita desde la misma entrada a recorrer un local amplio, con cuatro zonas diferenciadas. El personal, vestido con mono de mecánico, encaja con la estética urbana y rider que ofrece una impresionante motocicleta aparcada en el salón principal. En el interior del establecimiento, una zona chill out más relajada, decorada con mesas bajas de nogal, sofás y una iluminación más tenue. Y en la tercera sala, más amplia privada, la baldosa hidráulica hace un guiño a la estética original, contrastando con detalles de arquitectura moderna, como el suelo de gres porcelánico que imita al cemento pulido. Diseñado por José María Eiriz (Workspace Consulting) en colaboración con la interiorista Yennifer Velasquez, su estética industrial enfrenta paredes de ladrillo envejecido que aportan calidez y elegancia, con paneles microperforados que permiten los juegos de luces y sombras que predominan en todo el local. En la cuarta zona, un comedor más íntimo, se cuela entre las mesas un divertido columpio blanco donde relajarse.
Una carta para compartir
Su carta mantiene vivo el concepto de la taberna original: una oferta pensada para compartir, comer de manera informal pero sin renunciar al buen producto. Así, Garbel cuenta con una selección de bocadillos elaborados al momento con panes personalizados de 15 centímetros, entre los que destaca el clásico de calamares pero servido con pan negro; el de pollo con verduras servido con pan de curry; de tortilla con pimientos verdes o de roast beef, berenjena y brie. Entre los principales destacan dos recetas originales que la filipina Nanie Baldovino, la misma cocinera que trabajó en los años 90 con el fundador, continúa sirviendo: tallarines con repollo, judías, zanahoria, apio, calabacín y gambas; y los rollitos Garbel, elaborados con pasta de rollo de primavera en versión mini, carne picada, verduras y salsa agridulce. Desde febrero, además, se sirven de lunes a viernes platos de cuchara cocinados a fuego lento, con caldo a base de morcillo, gallina criolla, morcilla asturiana, huesos de jamón, mano de cerdo y tocino.
Las tardes en Garbel son también momentos para disfrutar frente a jugosas meriendas que van variando, aunque triunfa el bizcocho de chocolate con nueces, el de manzana, la tarta red velvet y la de zanahoria. A estas propuestas se suman también una amplia carta de cafés Nespresso con recetas especiales como café a la menta; caramelo y frambuesa; bombón, petit dejeuner, ice vanila o cookies & cream.
Garbel: c/ Infantas, 28. Madrid // T. 91 601 52 66 // www.garbelmadrid.com